Advirtió que si no se aprueba corren riesgo los salarios del personal de los bloques. Pero a su vez no quiere volver a convocar a la audiencia pública obligatoria, como le reclaman los concejales. Internas palaciegas y deslizamientos preelectorales en la oposición.
Por Ramiro Melucci
El Concejo dio el jueves una de las señales que el gobierno esperaba. La aprobación del tarifario de Obras Sanitarias tuvo más idas y vueltas de las que se esperaban, pero el oficialismo logró encauzarla. No sin un contratiempo de último momento.
La concejal de la Coalición Cívica Angélica González sorprendió a propios y extraños con un pedido para rebajar un uno por ciento el aumento de la tarifa del agua. Se esperaba de la edil de Carrió un pedido de moderación del incremento. Lo había anticipado apenas se conocieron las medidas de Mauricio Macri para paliar la crisis, que incluyen congelamientos tarifarios. Se lo había adelantado también a la presidenta de OSSE, Viviana Bolgeri, en una reunión.
Pero esos gestos políticos no se habían plasmado en una propuesta formal a sus pares del oficialismo. De ahí la sorpresa que dejaron entrever en medio de la sesión. Esa pequeña modificación, que representaría más un contratiempo para la empresa que un beneficio para los contribuyentes, fue calificada en el campamento de Cambiemos lisa y llanamente como “un capricho”.
Para lograr esa rebaja, González aprovechó las carencias del oficialismo. El radicalismo y la Agrupación Atlántica, que no tenían margen para conseguir otros aliados, quedaron obligados a atender su condicionamiento. Daniel Rodríguez, de Unidad Ciudadana, vio ese enredo interno en la bancada de enfrente y lo definió con dos palabras: “Poco serio”.
Antes de ese triunfo ajustado, el bloque del intendente hizo un intento para activar una convocatoria con el objetivo de tratar en el recinto, el mismo jueves, las rendiciones de cuenta. No consiguió los avales. Igual hay tiempo hasta el último día del mes para tratarlas.
Alumbran, sin embargo, nuevos trastornos para el oficialismo. El secretario de Economía y Hacienda, Hernán Mourelle, avisó que corren riesgo los sueldos del personal de los bloques del Concejo si no se aprueba el presupuesto 2019. Pero al mismo tiempo no hizo el guiño que los concejales esperaban para iniciar el tratamiento: convocar nuevamente a la audiencia pública por el presupuesto, que en diciembre, en pleno paro de municipales, Mourelle dio por hecha aunque no había público. El colmo de una audiencia pública.
El funcionario arguye que si no asistió ningún vecino ni entidad no fue su culpa. Sostiene que tampoco obedeció al paro del sindicato de municipales. El personal de su secretaría, recordó, estaba trabajando.
La mayoría de los concejales de la comisión de Hacienda cree que no se respetó el espíritu de la ordenanza que dispone realizar la audiencia todos los años previo al tratamiento del presupuesto. Por eso los concejales aún no ponen en tratamiento el expediente. Parte de la oposición considera que no solo hay que volver a convocar la audiencia, sino que además hay que corregir el cálculo de gastos y recursos porque está desactualizado.
Mourelle no ve la necesidad de volver al recinto para dar lugar a las voces vecinales. Su postura, hay que reconocerlo, sigue una línea de conducta: Arroyo nunca mostró entusiasmo por las herramientas de participación ciudadana. Apenas llegó a la intendencia amputó el presupuesto participativo, que otorgaba una partida a las obras que votaran los vecinos y había tenido experiencias interesantes con Pulti. Tampoco puede exhibir audiencias públicas sobre el estado de los servicios públicos ni, mucho menos, elecciones para la designación de delegados municipales, un acierto del gobierno de Katz que luego tuvo altibajos hasta que fue sepultado.
Ese ex intendente es motivo de una discrepancia en el gabinete. El secretario de Gobierno, Alejandro Vicente, había dejado claro que el límite de los cuestionamientos de Mourelle a los radicales debía ser Katz. Al secretario de Hacienda no le importó: la semana pasada volvió a denostar al ex jefe comunal. También a Oscar Pagni y a Gustavo Schroeder, otros dos ex compañeros de gabinete de Vicente.
No es el único frente de conflicto interno. La concesión del estacionamiento de Playa Grande develó otras cuitas. El Emtur no intervino en el acuerdo que firmó Arroyo con la empresa. Se encaminaba, por el contrario, a dictar la caducidad. El Concejo exige ahora tratar el acuerdo. Gran parte del cuerpo cree que hay allí hay más desventajas que beneficios para el municipio.
En el plano electoral, la semana estuvo marcada por la presentación del libro de Cristina Kirchner en la Feria del Libro de Buenos Aires. En su afán de mostrarse como única candidata posible del espacio kirchnerista, Fernanda Raverta dijo presente. Con todo, para lograr su objetivo a la diputada todavía le faltan atar algunos cabos. En la semana también hubo actos por doquier por el centenario del natalicio de Evita. En más de uno participó el presidente del PJ local, Juan Manuel Rapacioli. Cuando le preguntaron por lo bajo por Raverta, respondió que es necesario “ampliar la participación”. “Sin la participación de todos ya nos fue mal”, alertó. ¿Hablaba de Pulti? “De todos los que quieran venir. Después se verá si hay una interna o una lista de unidad”, deslizó.
La otra novedad fue la presentación de “Consenso por Mar del Plata”, la consigna que enarbolaron los impulsores de la candidatura de Roberto Lavagna. En ese conglomerado figuran, entre otros, cuatro concejales de diferentes bloques: Mario Rodríguez, Santiago Bonifatti, Mercedes Morro y Guillermo Sáenz Saralegui. Se trata de un grupo variopinto de partidos y gremios en el que todavía no despunta un candidato a intendente. Y que, al conformarse un mes antes del cierre de alianzas, sumará o restará participantes de acuerdo al devenir de los acontecimientos nacionales.